sábado, 1 de diciembre de 2012

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Aceitunas verdes.

En silencio marcha,
la plácida noche termina,
por las solitarias calles,
el joven José camina.


Andando va con cuidado,
el  rocío cubre la acera,
al otro lado del pueblo
la casa grande espera.


Llegando el alba,
enrojece su cara el frío,
esperando a ser cargado
el tractor ruge con brío.


La oscuridad se disipa,
el cielo nublado clarea,
la hoguera lanza sus llamas
entre el humo que marea.

 
 

El día se va alegrando,
las aves ya están despiertas,
los olivos les reclaman,
el campo abre sus puertas.


Las aceitunas caen,
por las varas golpeadas,
en las redes se recogen
en capazos son llevadas.


La lluvia empapa los cuerpos,
el vino cala el alma,
pasa la bota Anita
hay que tomarlo con calma.




Mi primer trabajo, duro y serio. En Mejorada del campo, entre olivos, mucho frío y mucho calor. Junto a mi hermana Ana, recorríamos las calles en busca de la casa grande. Desde allí los tractores nos trasladaban hasta las aceitunas que en silencio esperaban ser recogidas.

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