Aceitunas verdes.
En silencio marcha,
la plácida noche
termina,
por las solitarias
calles,
el joven José
camina.
Andando va con
cuidado,
el rocío
cubre la acera,
al otro lado del
pueblo
la casa grande
espera.
Llegando el alba,
enrojece su cara el
frío,
esperando a ser
cargado
el tractor ruge con
brío.
La oscuridad se
disipa,
el cielo nublado
clarea,
la hoguera lanza
sus llamas
entre el humo que
marea.
El día se va alegrando,
las aves ya están
despiertas,
los olivos les
reclaman,
el campo abre sus
puertas.
Las aceitunas caen,
por las varas
golpeadas,
en las redes se
recogen
en capazos son
llevadas.
La lluvia empapa
los cuerpos,
el vino cala el
alma,
pasa la bota Anita
hay que tomarlo con
calma.
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Mi primer trabajo, duro y serio. En Mejorada del campo,
entre olivos, mucho frío y mucho calor. Junto a mi hermana Ana, recorríamos las
calles en busca de la casa grande. Desde allí los tractores nos trasladaban
hasta las aceitunas que en silencio esperaban ser recogidas.
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