lunes, 22 de abril de 2013

Condena.


 


Noto mi cuerpo abrasado

por un sol encendido,

fundido en el firmamento,

de tus ojos brunos.


Marcho por bosques,

donde el hábitat

se camufla de verde,

frondosa alfombra

que inunda todo.


Un resplandor me abraza,

absorbiendo mi espíritu,

transportándome ingrávido

entre la arboleda perpetua.


Veo el día hecho noche,

y en la penumbra muerte,

danzan las sombras,

bañadas de tinieblas.


En un claro,

errantes caballeros

con la tez blanca,

blanden espadas de martirio.


Condenados de inmortalidad

purifican sus almas,

aniquilando entes,

y enemigos imaginarios.


Llego a los confines

de tus cálidas pupilas,

bebo de tus lágrimas

elixir eterno.


Se acaba mi viaje

termina el sueño,

sigo ajusticiando

adversarios muertos.


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